El transporte del gas natural se realiza mediante gasoductos o barcos metaneros, según la distancia entre los puntos de extracción y de consumo.
Los gasoductos son conductos de centenares de kilómetros de longitud que conectan al yacimiento y el lugar de destinación. Estos conductos pueden ser terrestres o marinos. Algunos gasoductos marinos conectan continentes como, por ejemplo los que unen África y Europa cruzando el estrecho de Messina –desde Algeria a Italia–, el estrecho de Sicilia, –entre Túnez y Sicilia, y el de Gibraltar, –entre Marruecos y España. Cuando no existe esta red de gasoductos, el transporte se realiza en barcos con el gas natural en estado líquido.
Cuando el gas circula por los gasoductos, lo hacen a una presión muy elevada –de entre 36 y 70 atmósferas–, y es impulsado centenares de kilómetros por medio de estaciones que lo comprimen y lo reenvían a la red. Las tuberías son de acero y tienen un diámetro de más de 1 metro. Las soldaduras que unen las tuberías se someten a un control riguroso mediante radiografías de las piezas para evitar que pueda haber fugas de gas y peligro de explosión.
Estas tuberías, cuando tienen que ser enterradas o han de cruzar cursos de agua, se protegen con recubrimientos especiales para resistir la presión interior y exterior y con protección eléctrica para evitar la corrosión –química, electroquímica, biológica, etc.– y el riesgo ambiental y para las personas que pueden comportar la emisión de metano a la atmósfera. En las zonas pobladas se realizan reconocimientos aéreos y los recorridos sobre las trazas para impedir que las actividades agrícolas o urbanísticas amenacen la integridad física de los conductos.
En el caso de los barcos metaneros –llamados también criogénicos porque están adaptados para transportar productos a temperaturas muy bajas–, el gas es licuado a una temperatura de -160 ºC para reducir su volumen del orden de unos 600 veces, de esta manera se facilita el transporte. Hay cerca de un centenar de barcos en el mundo que realizan el tráfico marítimo de gas natural, algunos de los cuales tienen una capacidad de hasta 136.000 m3 (el volumen de un cubo de 50 metros de lado, aproximadamente), y se están proyectando barcos más grandes.
Una vez los barcos metaneros llegan a puerto, el gas líquido se almacena en grandes depósitos donde restan a la espera de ser regasificados (es volver a pasar de líquido a gas) y introducido en las redes de distribución cuando el incremento de la demanda así lo exige. En algunos casos, el gas se almacena en estado gaseoso en formaciones geológicas similares a los yacimientos naturales inyectándolo en capas de terreno acuífero –en las cuales el gas queda retenido ocupando el lugar del agua–, en minas de sal, o en antiguos yacimientos de gas natural. Este procedimiento permite ir utilizando en invierno el gas almacenado durante el verano, época en la cual el consumo es menor.
En las áreas de consumo donde no llega la red de gasoductos ni los barcos metaneros, se construyen plantas satélite que reciben el gas mediante camiones cisterna, se almacena y se inyecta en la red de distribución local.