El carbón se extrae después de ser arrancado en trozos de distintos tamaños y con impurezas de otras rocas (generalmente en nuestras minas, el estéril está constituido por pizarras, areniscas, calizas, materiales arcillosos, etcétera). Para su utilización debe ser tratado adecuadamente, eliminando impurezas y clasificándolo en tamaños adecuados para su comercialización. Este proceso se llama “lavado”, “concentración” o “beneficio” del carbón.
En algunos casos, el carbón sacado de la mina puede ser utilizado directamente, o ser comercializado mediante un simple estrío o cribado; pero no siempre es así, y por eso se necesitan los “lavaderos” de carbón que dan valor añadido al producto.
Existen diversas tecnologías para el lavado de carbón, que puede ser en seco (con una clasificación generalmente neumática) o en húmedo (con ayuda del agua utilizando reactivos, filtros, etcétera) según el tipo de carbón. Las técnicas de separación del carbón y estéril aprovechan la diferencia de densidad del carbón (más baja) y la de las impurezas de otras rocas (generalmente denominadas cenizas).
Una efectiva preparación del carbón antes de su utilización mejora la homogeneidad, reduce costes de transporte, mejora la combustión y puede reducir emisiones contaminantes, por lo que puede aumentar el precio de venta.