Historia

Los humanos primitivos ya observaron como en la superficie de algunos pantanos se producían llamaradas cuando caía un rayo. Se trataba de emanaciones de gases inflamados que ellos adoraban aterrorizados. Se sabe también que las civilizaciones griega y romana, y algunos pueblos de los actuales Japón y China, utilizaban el gas de forma muy rudimentaria dado que aún no conocían su naturaleza y no disponían de tecnología para utilizarlo de manera controlada.

Los Estados Unidos fueron los pioneros en la explotación de los yacimientos de gas natural. Los habitantes de un pueblo llamado Canadaway, cercano a Nueva York, perforaron un pozo de unos nueve metros de profundidad para obtener el gas que emanaba de un yacimiento muy superficial, y lo canalizaron a través de una red de distribución de madera y plomo hasta algunas casas para utilizarlo en alumbrado. Era el año 1821.

Un siglo más tarde, también en Estados Unidos explotaron los yacimientos de gas, al margen de los de petróleo, ya que hasta la fecha el gas había sido quemado o reinyectado a los pozos para mantener la presión de extracción del petróleo en no tener ser aprovechamiento comercialmente.

Asimismo, el primer gas que se utilizó no procedía del subsuelo sino que era de origen manufacturado ya que se obtenía de la destilación o carbonización de la hulla, un tipo de carbón con más poder calorífico que el lignito y la turba. Este gas favoreció el desarrollo de tecnologías capaces de aprovechar su contenido calorífico, y preparó el camino a la posterior utilización del gas natural que tiene las ventajas de no ser tóxico, ser limpio y poder ser aplicado tal como se encuentra en la naturaleza.

En España, los primeros intentos para obtener gas manufacturado son del principio del siglo XIX. Una de las primeras demostraciones de fabricación de gas, fue la realizada por el químico Josep Roura delante de los reyes de las Dos Sicilias, en los Salones de la Llotja de Mar de Barcelona (18 de diciembre de 1827).